#03_ Emails i can't send: las mujeres responden
Un ánalisis del álbum estrella de mi taurina favorita, Sabrina Carpenter, para celebrar su llegada en dos semanas a la Argentina como telonera en el Eras Tour.
Me acuerdo del momento en el que a las 13:00hs en punto de un dos de junio de este año, cáotico y excepcional, Taylor Swift, anunciaba que por primera vez iba a pisar suelo latino americano con su flamante tour y que quien la iba a acompañar como telonera, era nada más ni nada menos, que Sabrina Carpenter.
La misma Sabrina que me enamoró en Girl Meets World cuando era chica. La que pasaban su canción Eyes wide open en las publicidades de Disney a la madrugada y lloraba cuando la escuchaba cantar con ese vestido negro de encaje tan de los 2010: “I think about my granddad's eyes/And they always send me home/And I can almost hear him now”. La misma Sabrina que a los diecisiete años tuvo el puño y letra para escribir “And words got shorter, and quiet got longer/And all of a sudden love started looking like a memory”. La misma Sabrina que sacó una de mis canciones favoritas sobre mi ciudad favorita, después de mi querida Buenos Aires, el mismo año en el que la visité por primera vez, es decir, Paris. La misma Sabrina que acompañó mi primer amor y que tuvo que esconderse por un tiempo, cuando yo también estaba un poco aislada del mundo, de una sociedad que estaba siendo cruel con una mujer, de nuevo, por haber salido con un simple chico.
Por eso es que para brindarle un homenaje a una de mis personas favoritas arribando a Argentina en una semana, alguien me dio la idea de hacer un análisis sobre su último álbum, con el que se va a presentar en Buenos Aires y mi favorito en todo su carrera. Y me gusta también compartirles que a partir de este momento todo lo que van a leer a continuación va a haber estado escrito en un avión. Así que espero entretenerlas y que sientan esta entrada de Justo que pensaba tan especial como yo.
Emails I can’t send, tiene, en mis ojos, una premisa clara y concisa: las mujeres responden. Tenemos que hacerlo. No nos queda otra. Porque para nosotras no basta con aprender a hablar cuando somos niñas: la voz es algo que estamos obligadas a construir día a día. Eso es lo que sucede cuando a una persona sistemáticamente le enseñan e incitan a callar. El duelo que tenemos las mujeres es con nuestro propio cuerpo, nuestra propia identidad, nuestro patrimonio, nuestra voz. Ya que lo que decimos siempre está mal: no sabemos lo suficiente sobre ningún tema para emitir opinión o quizás cuando por fin sabemos en la medida que se nos exige automáticamente discutir con nosotras es imposible porque ya tenemos una postura formada y nos volvemos irracionables, ilógicas y demasiado sensibles. A nuestras ideas siempre les falta algo: más exactitud, menos emocionalidad, más firmeza, no llores mientras hablas, no grites si te enojas, mantené la compostura, por favor no hagas un escándalo ¿no ves que nos están mirando? Lo que pasa con ser mujer y hablar es que es nuestra palabra contra la de un otro que tiene, siempre, más peso que la nuestra entonces la verdad de la narrativa está del otro lado y sobre todo, está en nuestra contra.
Nos lo merecíamos, teníamos la pollera muy corta y los deseos demasiados ambiciosos. Algo de ella nunca terminó de cerrarme. Nunca dijo que no. Somos demasiado complicadas. Queremos llamar la atención. Nos estamos victimizando. Estamos mintiendo. ¿Quién podría culparnos por querer callarnos? ¿Por hacer lo más razonable en este mundo y escondernos? Pero ¿quién podría culparnos por tener la necesidad imperiosa de levantarnos, intentarlo, amigarnos con nuestra propia voz aún cuando se rompe, se quiebra, rasga y está pegajosa, dulce, triste y furiosa? ¿Quién podría culparnos cuando nos hacemos la vida imposible entre nosotras solo por el hecho de que no estamos acostumbradas a escucharnos lo suficiente entonces no toleramos la idea de otra mujer animándose a expresar lo que cree?
Aunque mi idea no sea discutir del drama, porque como hicimos en Evermore, lo que quiero no es centrarme en la figura de Sabrina como cantante sino en cómo su álbum es una representación perfecta de lo que todas alguna vez pasamos como mujeres, me parece importante mencionar el contexto de esta creación. Sabrina Carpenter podría haber callado. Podría haber dejado que hicieran de ella lo que hacen de todas en algún momento: volvernos las malas de la película. Podría no haber mencionado las millones de amenazas de asesinato, la violencia, la misoginia palpable que había detrás de cada comentario que le hicieron cuando empezó a salir con un chico que tenía una ex que estaba apuntando directo al estrellato. Podría haber hecho lo que siempre nos dicen que es correcto: no incomodar a nadie. Pero se animó a hacer lo que hoy, por suerte, estamos rescatando cada vez más en las mujeres de esta generación: refutar una historia ajena y contar la propia.
Emails i can’t send empieza con una canción que tiene de titulo al álbum y dura lo que dura el punto más alto de una pelea: casi nada. Empieza lenta, casi en voz baja como si estuviera cantando para no molestar a nadie pero va ganando confianza y casi cuando alcanza el minuto de canción, logra un crescendo hermoso y triste en el que parece que no puede parar de hablar, que por fin consiguió llegar a una verdad que le va a cambiar la vida. Y esa es que a la primera persona a la que tenemos que responder es, también, a la primera que le dedicamos nuestras primeras palabras de bebés. Y para una mujer, muy posiblemente, contestarle a un padre y confesarle el sentimiento más humano pero al mismo tiempo más difícil de todos, el de “estoy decepcionada de vos” es un antes y un después como personas. Esta canción desentraña algo avasallante, terrible y al mismo tiempo profundamente normal: en el problema de un padre, está el dilema de una hija. La desconfianza, en el caso de esta canción, pero también puede ser la sobre-exigencia o el contrario, el no poder expresar ningún tipo de necesidad por miedo a incomodar, son cosas que descubrimos en nosotras con el tiempo pero que en realidad lo llevamos en el ADN, en una historia que ya fue escrita. Somos hijas de los puntos más fuertes y los puntos más débiles de otros dos seres humanos que a veces, no saben cómo querer y no romper una promesa. Pero lo que logra esta canción es que también encuentra la responsabilidad en ella y no solo en su padre. Localiza la herida, ve su futuro repetir su pasado y cuando termina diciendo “cause you were all I looked up to, now i can’t even look at you” rompe la maldición. Porque ya no admira a ese padre, a esa figura de persona que la lastima. Y porque las palabras también son hechizo, y a veces la única manera de reparar un daño, es respondiéndole.
Siguiendo con la línea de localizar una herida, Vicious dice “you like a certain type of women, who’s smart but neglects intuition” y quizás sea la frase más interesante de toda la canción porque una mujer que ignora su cuerpo y lo que nos grita en lo más visceral de nosotras, es una mujer que está merced del otro. Una mujer que no puede enfurecerse y responder, que no puede confiar en su propio criterio, es una mujer que en este mundo cabe en la palma de una mano ajena. Vicious, dentro de mi visión, es una canción que se apropia de la ahora, muy popular, female rage o furia femenina. Toma todos los estereotipos que se creen frívolos para una mujer y los reclama: destruiste mi imagen y estoy enojada porque mi imagen es importante para mí ¿cómo no va a serlo en un mundo en el que a todos, pero sobre todo a nosotras, se nos juzga con tan solo mirarnos y una o dos cosas que escuchaste sobre mí por ahí? Todo el mundo piensa que sos un pobre ángel que pasó lo peor ¿y dónde quedo yo? ¿Cómo me gano el amor en un mundo que solo quiere a los buenos y a mí me creen la villana? ¿Cómo vas a exigirme ver lo bueno en lo malo si cuando alguien me mira ya tiene una opinión formada sobre mí contra la que no puedo pelear? La imagen personal, la positivadad tóxica, la reputación, el grito desesperado del puente de la canción: Vicious se lo apropia. En una sociedad donde para las mujeres todo es una mancha en el expediente, cada beso, cada deseo, cada ambición, cada engaño, cada relación fallida, esta canción es fundamental porque ataca. Por fin, la mujer ataca y lo hace bajo sus propios términos, teniendo en cuenta las cosas que a ella le parecen importantes y eso es el doble de valioso.
Read your Mind y Tornado Warnings son dos canciones que quiero analizar de la mano porque por mucho que Tornado Warnings parezca la antítesis del himno empoderante que es Read your Mind yo creo que ambas se encuentran en el deseo. El deseo no es lineal y no siempre es necesariamente lo que mejor nos puede hacer. Mientras que Read your Mind le niega a la necesidad urgente y constante de complacer al otro, de no disgustar a alguien que nos quiere seguir viendo y de pretender que después de una ruptura se puede seguir siendo amigos (“you’re not my friend and baby, you never were”), Tornado Warnings hace la operación a la inversa. Desea tanto a otra persona que deja de escucharse, no puede completar un pensamiento sin que aparezca la voz de la otra persona interrumpiendo como un ruido constante, un incesante llamar de una puerta que está abierta en primer lugar. Tornado Warnings es quizás de mis canciones favoritas en el mundo porque guarda en ella algo profundamente íntimo: deberías ser lo último en lo que pienso, debería pensar más en mi misma, debería dejar de verte pero simplemente no puedo. Con el auge del amor propio en las redes sociales, pareciera que hay que esconder este tipo de discursos bajo la alfombra y hacer más canciones como Read your Mind en la que nos liberamos del sometimiento que a veces comprende querer a alguien que no nos da la misma atención que nosotras. Pero lo que no toma en cuenta esa charla, es que el deseo es multifacético e inevitablemente vamos responder a él siempre de maneras distintas. Porque no siempre se puede estar a la disposición de un otro pero también, por mucho que nos lastime o perturbe, a veces deseamos tanto que nos desconcentra, desconecta y desconcierta. Vamos a salir, a querernos, a asegurar que podemos estar bien con nosotras mismas. Pero también vamos a mentir, vamos a necesitar, hacer lo que sea para estar con esa persona por mucho que no sea lo que esté bien. Y eso es responder a una imposición que ahora se le suma a la millonada que tenemos: a veces vamos a tomar las peores decisiones y aún así intentar querernos a nosotras mismas. Es posible porque es humano.
Because i liked a boy es quizás una de las razones por las cuales esta entrada del newsletter existe y una de las canciones más potentes del álbum. Pero además del toque de drama hollywoodense que todas vimos, ¿por qué es tan así? Lo poderoso de este tema es que en él toma y replica la voz de otro millón de mujeres alrededor del mundo, que como todas alguna vez, usó la misoginia como una espada para apuntar a otra mujer. Ya sea a nivel mundial como en el caso que trae esta canción o a nivel local como un colegio, una oficina o un núcleo familiar, las protagonistas más criticadas en una problemática son siempre mujeres. Pero eso no es casual ni tampoco es porque nos lo merezcamos, sino porque de manera inconsciente todas tenemos el mismo chip que nos impusieron en la cabeza con el que tenemos que luchar día a día, El mismo que muchos hombres también usan en nuestra contra para desviar la atención de sus errores: lo peor para una mujer es otra mujer. Y eso no es verdad, obviamente, pero sin embargo hay algo que nos sigue convenciendo de esta frase porque cada vez que a nivel global hay uno de estos dramas las más dañadas a nivel imagen y en su propia psiquis, son las mujeres y somos las mismas mujeres quienes las elegimos como blanco de nuestros dardos. Somos feministas y sin embargo en comentarios de toda red social siempre encuentro mujeres atentando contra otras, muchas veces en favor de un hombre, pero muchas otras en favor a otra mujer. Y podríamos juzgar los accionares de cualquier persona más allá de su género, si tan solo palabras como “puta”, “trola” o “rompe-hogares” no fueran los que más están de moda hace siglos y continúan vigentes. Por eso esta canción reconoce ese accionar cuando dice “Tell me who I am, guess I don’t have a choice” y lo que tiene de triste pero al mismo tiempo de reconciliador es ese “no tengo alternativa”: entiende que hay algo que como sociedad nos supera y que, por mucho de que cada vez seamos más quienes luchamos contra esto, va a seguir pasando. Responde, resignada, a algo que como mujeres hacemos y lo pelea, contando su versión de la historia porque al hacer esto también busca la mano amiga de otras mujeres que le crean. Porque no somos nuestras peores enemigas, como nos quieren hacer creer, ya que en el fondo seguimos buscando la caricia de otra chica que nos entienda, nos valide y nos escuche. Y seguimos aprendiendo cómo hacer eso.
Already over, así como how many things, tienen mucho que ver con la respuesta femenina pero de una forma levemente distinta a todo lo que estuvimos viendo. A veces hay que preguntarse sobre el fenómeno que estamos teniendo estos últimos años acerca del arte hecho por y para mujeres y cómo está alcanzando niveles impresionantes, no solo de éxito, sino de reconocimiento entre nosotras. Hay que preguntarse por qué mujeres como Taylor Swift, películas como Mujercitas o Barbie, poetas como Elvira Sastre y todo el contenido en redes sociales que se crea a partir de ellas, están teniendo el enganche social que logran. Hay que preguntarse, entonces, ¿qué hubo antes de eso? Porque las mujeres creamos arte desde el principio de la historia ya que el arte es una inevitabilidad de estar viva más allá del género, pero ¿por qué recién ahora estamos teniendo tanta representación y demanda de un arte que, en realidad, siempre estuvo? Es que por fin, nos estamos tomando en serio lo que hacemos. Lo que sucedía antes y sigue pasando es que el arte desde una visión enteramente femenina, que parta de una base de nuestra experiencia, usando un léxico que nos resulte propio y una manera de expresarnos que nos represente, fue juzgado, invisibilizado y borrado de la historia. Muchas mujeres a lo largo del mundo sintieron y sienten aún la necesidad de acomodar su arte a una visión masculina para que las tomen en serio: tener que firmar libros propios como anónimo, caer en la tendencia de “no soy como las demás chicas” porque la sociedad se niega a validar nuestras emociones, sexualizarse en videos musicales o cine para ser parte de esas piezas, tener que estar constantemente complaciendo a un otro que no nos entiende y que tampoco tiene el deseo de hacerlo. Por eso es que el arte hecho por y para mujeres es, para todas nosotras, un refugio en el que esconderse y sanarse cuando el mundo duele. Que una mujer pueda expresar inseguridades tan humanas pero al mismo tiempo tan intimas, esas que a la mayoría de nosotras nos haría vomitar de tan solo pensar en admitir y ponernos en una situación tan vulnerable, es lo que hace estas canciones tan poderosas. Hay que darle el espacio a chicas alrededor de todo el mundo a cantar, a admitirse cosas como “Selfishly don't wanna give you/Time to be on someone else's lips/But I'll take three short hours over three long weeks/Pretending like we don't exist” o “Am I'm not/Even a second thought?” porque nunca está demás. Esa fragilidad es lo que nos vuelve tan fuertes cuando una voz única se vuelve la de muchas. No somos una sola mujer llorando solas en la habitación, ahora estamos acompañadas.
Canciones como bet u wanna y Nonsense son importantes porque amenazan el imaginario social de que la sexualidad de una mujer le pertenece siempre a un otro. Y no hablo de la persona a quien la mujer le comparta su sexualidad en el momento, sino de que siempre estuvo mal visto que una mujer hablara sobre su propio cuerpo, se refiera a lo que sucede entre sus piernas, como si no fuera nuestro para emitir opinión. Cuando bet u wanna se anima a decirle a esa persona con la que estuvo “I hate the way that you left me dry” lo que hace es reclamar ese cuerpo que fue borrado de la historia, que nunca le permitieron decir esas cosas, protestar por esa insatisfacción sexual. Y lo mismo sucede con Nonsense, por mucho de que todas nos ríamos de las outros del final y estemos muy emocionadas por descubrir cuál le tocará a la Argentina. Esa canción es fundamental porque replica un discurso que siempre le fue permitido solamente a cuerpos socialmente masculinos. Expresarse con total libertad y hasta ligereza, diversión y sobre todo, explicitez, sobre la propia sexualidad no es algo que haya venido fácil ni gratuito a las mujeres. Las mujeres tenemos una serie de condiciones para hablar de cuando nos excitamos, nos mojamos y tenemos sexo. Se nos requiere metáforas, dejar partes primordiales de nuestros cuerpos sin mencionar para no ser “maleducadas”, no decir nada que pueda incomodar. Entonces, me deja pensando que cuando bet u wanna dice “When you don't have control of who I'm holdin'/Is it feeding all your fears?” no es solamente al miedo de otra persona a no tenernos a lo que estas canciones les responde, sino también al rechazo y el terror que le genera a la sociedad cuando nos apropiamos de esa sexualidad que nos es constantemente arrebatada.
Lo que me genera calidez en el pecho de temas sobre Fast Times, skinny dipping y Bad for Business es que siento que aplican cierta lógica Taylor Swifteana y voy a explicar a qué me refiero con esto. Fast Times, es uno de mis temas favoritos de todo el álbum porque siento que define lo que están siendo estos primeros años de mi juventud. Son momentos rápidos, noches veloces que pasan sin que te des cuenta y no se puede evitar: hay algo en todo ese caos que esa canción lo ordena, se sienta a escribirlo, recordarlo. Lo mismo sucede con skinny dipping que es prácticamente un monologo interno de todo lo que se imagina que podría contestarle a esa persona cuando la vea de nuevo. Replica ese tipo de conversaciones que todas tuvimos alguna vez mientras nos bañábamos y actuábamos sorprendidas de habernos cruzado a ese alguien. Y lo que me gusta es que es tan específica: se acuerda del tipo de café que le gustaba a esa persona, el restaurante al que iban, la mesa exacta en la que solían sentarse. Puede traer la voz de esa persona porque la recuerda, porque tiene memoria para esos detalles. Y Bad for Business cae en esta misma categoría por frases como: “If I'm just writing happy songs/Will anybody sing along?” porque entiendo lo que dice. Escribir sobre el amor es básicamente perder el tiempo tratando de describir cosas indescriptibles como la manera en la que besa, acaricia o se ríe. Pero es memoria. Es sentarte a tratar de encapsular todo eso que vivís para que no se vaya, para que se quede con vos. Por eso me parece Swifteana la manera en la que estas canciones responden: acuden a la escritura, a la respuesta, a la necesidad de expresarse por el mero hecho de recordar, de querer capturar los detalles, las cosas que sino el tiempo se llevaría. Asisten al goce de hablar, de cantarle a la juventud, a una conversación que no pasó y quizás no pase nunca y al amor. Siempre al amor.
Y creo con firmeza que la decisión de haber terminado un álbum sobre responder con un canción como decode es simplemente perfecta. Porque entre tanta furia, palabras, conversaciones inventadas y peleas que podrían haber tenido mejores respuestas, nos podríamos haber olvidado de la forma más simple de responder, que es, simplemente no hacerlo. O más bien, dejar de hacerlo. El silencio es respuesta y aunque parezca contradictorio, también es la más difícil de llegar. Decode traza eso con una lucidez que me lleva a las lágrimas cada vez que la escucho: a veces nos obsesionamos con las palabras, con las emociones y con los “¿qué hubiese pasado si?” y por eso nos quedamos, eternamente respondiendo a alguien que ya ni siquiera está ahí, que ya no nos escucha y tal vez hace demasiado tiempo que ya no lo hace. Frases como “Learning from you that I can walk away, too” son sanadoras porque se sienten como cerrar una valija, mandar un paquete y volver a casa con las manos vacías, borrar un contacto después de años de tenerlo solo “por si acaso” o la sensación más bella de todas: darte cuenta que hace tiempo que ya no pensas en ese algo o alguien que antes empapaba todos tus días. Decode es ese último poema, carta o mensaje que escribiste sin saber que era el último. Es darse el permiso de decir “ya está, ya pasó”. Y después de todo lo que vivimos con este álbum, creo que todas nos merecemos terminar con algo que nos hizo sufrir y tener que responder hasta el cansancio con la frase “I wanna make a video to our future selves”. Ver el futuro y que haya algo. Ver el pasado y que ya no haya nada que valga la pena tener que descifrar.
Y con eso damos el cierre a este ánalisis de uno de mis álbumes favoritos, emails i can’t send, con la extraña sensación de que aunque se llame así, esos mails, esas contestaciones, esos sentimientos al final y por suerte, sí fueron expresados.
No puedo esperar a escucharlo en vivo. Creo que va a cambiar mi vida. Y espero que la suya también. Nos vemos pronto en otra entrada y tengan la semana Taylor-Sabrina más hermosa de todas.
flor, amo leerte porque escribís de los dos temas que mas me atraviesan en esta vida: la música y el amor💗
este mes fue difícil y recién tuve tiempo de leerte 💌 tus palabras son una caricia para mi <3