mi problema con la palabra "consumir"
y por qué creo que la estamos empleando de forma dañina
hace un tiempo estaba en una clase teórica de narrativa argentina II dictada por el fabuloso martín kohan, docente y autor que nunca para de asombrarme, y como es una persona que sabe escuchar (y eso hoy es decir mucho) comenzó a alejarse por unos minutos de la clase que tenía armada y contestó algunas preguntas que unos estudiantes tenían acerca de las redes sociales y la literatura. no me dio la impresión de que tenía algún tipo de problema con el fenómeno que se da hace un par de años de recomendación de libros en redes masivas y virtuales, sino más bien con el modo en que hoy estamos enfrentando la cultura: con la palabra consumir. y es por eso también que lo admiro; porque no fue en contra de la gente que comparte lo que ama, sino del lenguaje que sin querer nos hace de arma de doble filo y lastima nuestra manera de relacionarnos con aquello que amamos. porque así como lo dijo, consumir significa tratar la cultura como algo desechable; algo que usamos hasta que nos satisface y luego olvidamos.
lo que dijo permaneció en mí y puso luz sobre mi propia forma de vincularme con la cultura. desde ahí comencé un largo proceso (en el que aún continuo) que me llevó a, por ejemplo, dejar de puntuar libros en la aplicación goodreads y pensar lo que hago en redes sociales como un contenido que debiera ser consumido de forma multitudinaria e irreflexiva. pero la línea entre abandonar la noción de consumición cultural e inclinarme casi totalmente sobre una visión, más bien, clasista y pretenciosa sobre la cultura que amo y me apasiona, es fina.
y lo sé porque lo veo en muchos ambientes que habito con mayor o menor frecuencia; la gente empieza a criticar a quienes recomiendan libros en redes sociales o escriben poesía “de instagram” (aunque nadie supo nunca explicarme qué significa eso). se guardan las piezas de literatura que creen que nadie más entiende como ellos y esperan que nadie nunca las conozca y luego hacen lo mismo con las bandas, las películas y todo lo que conlleva su gusto. si se lleva al extremo esta cualidad pretenciosa se empieza a criticar a las grandes corporaciones y a hacerle burla a cualquier tipo de fanatismo (¿cualquier tipo? ¿o solo el liderado por chicas? ese es tema para otro día) o interés calificado como banal o “poco serio” (ver mi anterior nota que toca el tema de la seriedad vs la sensibilidad en la poesía).
ahí me asaltó el miedo: yo no quiero ser una de ellos, pero tampoco quiero saber, en el fondo, que consumo libros uno tras otro para cumplir una meta o que si mi contenido no tiene una cantidad de visualizaciones específica entonces falló (más bien, fallé) o que si mi poesía no alcanza los grandes rankings de venta estoy cumpliendo la profecía y por lo tanto, tenían razón, a nadie le interesan los poemarios ya.
en medio de eso, logré visualizar algo con claridad: yo no quiero consumir cultura o contenido, quiero sentir. no quiero decirle a nadie cómo vivir su pasión o ponerme extremista y decir que nuestra generación está arruinando todo, quiero aprender mi forma.
y lo estoy haciendo; me estoy acurrucando todos los domingos en poesías completas de autoras que amo, leyendo un par de poemas de cada una, y todos los consejos de cómo leer que alguna vez escuché se desvanecen: esta es mi experiencia. yo quiero leerlas a todas juntas y que pueblen mi habitación, que me hablen al oído y las voces de todas esas poetas se entremezclen para terminar empapando la mía. estoy leyendo libros de ensayo y comedias románticas sáficas por igual, porque ambas me hacen inconmensurablemente feliz. inauguré una libretita para mantener un seguimiento de los libros que estoy leyendo, no por cuántos, sino para algún día recordar qué leía de joven. y a cada libro que termino le pongo una cantidad de corazones dependiendo de cuánto me gustó; porque que no lo haga en una aplicación para que todo el mundo lo vea, no significa que no me resulte útil para entender y afinar mi gusto en la lectura.
estoy escribiendo poemas que nadie entiende, a veces ni yo, sabiendo que podrían caer en la categoría críptica de poesía de la que tanto hablo y hasta a veces me quejo (no por los poemas en sí, sino porque una parte de la sociedad los valora por sobre los que consideran “fáciles” o “simples”) porque simplemente es lo que me sale en el momento y la hoja es mía para hacer lo que quiera. y otras veces escribo poemas más precisos y directos que toman mucho del lenguaje cotidiano y por lo tanto, son siempre más comprensibles. y no me dejo definir por ninguno; soy dependiendo el día un poema distinto. soy mi propio lenguaje.
no quiero encerrarme en una categoría inventada por el internet; quiero encontrar mi manera de experimentar lo que me apasiona.
la palabra consumir, irónicamente, nos consume. porque cuando hablamos de que consumimos un tipo de libros, de música, de contenido en redes sociales, de películas o series también tiene el sentido adverso. es siempre una relación mutua. si pensamos en aquello que nos gusta hacer como una consumición también tenemos que prestarle atención a la otra definición de la palabra y pensar que eso que amamos nos puede consumir como una droga o como se consume a sí mismo un sahumerio con el pasar del tiempo: se termina. y yo no quiero ser la que termine con mi amor, entusiasmo y deseo por las actividades que me hacen sentir viva y que me hacen creer en una existencia más humana.
quiero entenderme en términos más compasivos y devorar libros como una hambrienta cuando lo necesito o dejarlos estar por meses en mi mesa de luz hasta que una fina capa de polvo los cubra. quiero pasarme horas mirando redes sociales si estoy cansada y tengo ganas de distraerme, saber que no me aporta nada “útil” y no sentirme culpable por eso. quiero hacer videos de cómo me visto, después recomendar los libros que no puedo sacarme de la cabeza y siempre compartirles lo que escribo ya sea en poemas, notas o textos sueltos sin pies y sobre todo, sin cabeza: no quiero ser un nicho, no quiero ser una categoría de contenido, quiero poder verme de una forma más completa. quiero, al mismo tiempo, cuidar mi privacidad y con eso no me refiero a como lo dicen los famosos, sino más bien, comprender mi intimidad: saber que hay poemas que no quieren conocer la mirada ajena, escribir en mi diario y que nadie sepa, a veces ponerme un buzo que tengo desde los quince años y que ya no me representa para nada y sin embargo lo guardo, sentirme tranquila poniéndole un solo corazón en mi libretita a un libro que no me haya gustado y reírme con mis amigos de cosas que jamás podría decir con otras personas. no quiero que aquello que siento que me define como persona me consuma, quiero que me nutra, quiero que me vuelva loca, quiero que me obsesione, quiero que no me importe, quiero que me queme y luego quiero que me sane.
no quiero una sola cosa; quiero toda la experiencia humana.
y quiero entender que el lenguaje va a ser siempre más estrecho que lo que siento así que a veces vamos a usar palabras que nos terminan jugando en contra o que por trabajo voy a tener que achicar la magnitud de esa experiencia. pero en el fondo saberlo: saber que estoy intentando encontrar mi manera de amar lo que amo y eso es siempre cambiante, siempre revolucionario, siempre emocionante.
gracias por leer, una vez más.
cada vez estoy más en contacto con esta aplicación porque me gusta mucho y siento que se está volviendo un lugar desafiante y, al mismo tiempo, tierno para practicar este otro tipo de escritura que me interesa y me permite compartirles mis opiniones.
mi idea es esta, cada un par de semanas aparecer con un texto que me permita reflexionar y pensar y siempre es hermoso hacerlo en conjunto, así que les leo si quieren que charlemos sobre el tema de hoy.
con amor mientras escucha jazz antes de dormir,
flor.
no tenía idea de que necesitaba conocer esta perspectiva hasta hoy. Gracias por compartirnos esto florcita !!
Qué gusto leerte de nuevo. Muy interesante tu manera de pensar. Creo que es una pena que ciertas palabras acaben tan manoseadas. A mí, por ejemplo, me gusta hablar de producto cultural. No exactamente de creación porque estoy convencida de que lo que hacemos los humanos es una convergencia de tantas cosas que terminan siendo más lindo y comunitario que crear desde cero. Pero claro, hoy entendemos un producto como algo consumible. Casi como si fueran pastillas.